071 - Un Viaje en Pajarito II

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Bitácora de aventuras, edición Un Viaje en Pajarito II Historia Azul        El pajarito les gritó desde el aire que venía ya mismo, que quería volar un ratito más. El león se bajó de la estatua y se paró en el borde de la fuente, mirándolos fijamente.         No mediaba palabras, solo los miraba, miraba el jardín, volvía y los miraba, y miraba la fuente, y regresaba la vista a ellos. Era del color de los ladrillos de la fuente, ese característico rojo anaranjado del ladrillo sin empañetar; sus movimientos eran bien lentos, al final era de esperarse, parecía estar hecho de piedra con color de ladrillo. Parecía estar aguantando la respiración, como si algo dentro de él quisiera salir. De repente, parado en la orilla de la fuente, soltó un chorro de agua desde su boca, la pequeña Natalita y Augusto no entendían en dónde había guardado tanta agua, pero después de todo, quizás era de esperarse, siendo un león que se bajó de una pared. Al soltar el agua su rostro cambió a uno de alivio, quizás eso era lo que no lo dejaba respirar. ¿Respiraba una estatua? No sabían, cada segundo llegaba con más preguntas de las que cabían en ese segundo.         En un acto inesperado, les dijo hola, con la naturalidad de que las fuentes convertidas en leones de piedra se mueven y hablan, y de que todos deben conocer ese dato. Los saludó y se viró hacia la fuente. Después les gritó: ¡Sol! ¡Luna! ¡La plaza está vacía, es su momento! Y de inmediato las figuras del Sol y la Luna se salieron de la pared, y se tiraron a la fuente custodiada por el león.         El león tomó con su boca un poco de agua de la fuente, les sonrió, se volteó hacia el otro extremo, a la entrada a la fuente larga, y apuntó al cielo. De su boca salió un rayo de agua larguísimo, parecía como el chorro de una manguera, que se extendió por todo el cielo que podían ver, asumieron que por todo el Viejo, y de repente, las gotitas comenzaron a caer lentamente, y luego más fuerte, y comenzó a llover. Las fuentes se llenaban de agua, y el león la volvía a recoger y lanzar por ratitos para mantener la lluvia constante.          Entre medio de una de sus recargas de agua se presentó con la pequeña Natalita, y les contó que a las estatuas les encantaba jugar en sus fuentes, pero si había Olvidadizos cerca no se podía, porque enseguida los iban a querer mover de lugar para observarlos a ver si los podían hacer repetir el movimiento a su antojo.         "No conocen nada de las estatuas que hacen, es como si no supieran que una vez hechas, las estatuas jugamos cuando queremos, no cuando alguien más lo pide",  les dijo. Les tiró la clásica mirada de “Olvidadizos, qué se va a hacer”, el Sol y la Luna detuvieron su juego para imitar la mirada también. Augusto y la pequeña Natalita se murieron de la risa, es verdad, a veces da tanto trabajo hacerles ver todo, que solo nos queda reírnos y aceptarlos como son.          El león continuó: "en cierto punto decidimos que podíamos salir a jugar hasta de día cuando estuvieran de visita aquí, pues notamos que los Olvidadizos se volvían locos cuando llovía, era como si le tuvieran miedo a la lluvia, así que nos inventamos esa manera de crear lluvia para engañarlos a todos y poder salir a jugar, pues automáticamente salían todos a esconderse de la lluvia y vaciaban el lugar". Augusto y la pequeña Natalita se rieron, pensándolo bien habían notado esto también asomados desde el Balconcito de la Felicidad. A veces se sentaban en la orilla a ver la gente pasar y disfrutar sus días de visitas al barrio. Y casi como por arte de magia, una vez caía la primera gota de lluvia, todos corrían a esconderse. Todos menos ellos, ellos aprendieron hace tiempo a bailar cuando llueve y ya. Al final, la lluvia para otros es una bendición, sobretodo para sus amigas las plantitas del Balconcito de la Felicidad, verlas sonreír tanto cuando llueve los hizo aprender a hacer lo mismo.          Jugando y lapachando todos con la lluvia y el agua de las fuentes, escuchaban al león,  que siguió a contándoles historias, sobre todo historias de lo que había visto en los años que llevaba en esa fuente. Les contó que al principio veía muy pocas personas, pues esos jardines eran de la casa de unos Olvidadizos que en ese momento eran parte de La Familia Real, y que no sabían apreciar lo que tenían, tanta gente que hubiera deseado tener un jardín para pasear, y ellos lo tenían, y andaban solo pensando en conseguir otros lugares para hacer más jardines, quién sabe para qué, porque si no podían sentarse a apreciar uno solo, ¿qué iban a hacer con más de uno? Pero bien, cosas de Olvidadizos. De hecho, el león escuchó que en una de esas expediciones para buscar más tierras lejanas para hacer jardines en ellas, el dueño original murió, sin poder disfrutar ni este, ni los que esperaba tener.         "Triste, como se le va la vida a un Olvidadizo, teniendo tanta vida de frente", dijo el León. "Jamás se dio cuenta de que éramos estatuas que jugábamos en y con el agua cuando nadie nos veía. Solo los menores de 5 Años y los Recordadores pueden notarlo, por eso nos mostramos frente a ustedes sin problema" terminó, con la misma expresión de frustración de hacía un rato.         Antes de seguir con la próxima historia, les dijo muerto de la risa que lo más irónico de todo era que ese Olvidadizo de La Familia Real se apedillaba “de León ”, hasta su nombre trataba de gritarle lo que aquí sucedería en unos años, y no logró escucharlo.          Les contó un par de cosas que había presenciado; peleas, bodas, películas, reuniones de la Familia Real, la transición de abandono y recuperación de los jardines, el grupo de Mayores de 5 Años que habían abierto los jardines al público en general, y la felicidad que les había traído comenzar a ver a cientos de personas diariamente. Esto era lo mejor que habían visto en todos sus años allí, la belleza de la vida diaria, de los días "normales". Había una muchacha que venía de vez en cuando, traía una tacita de café, y se sentaba en uno de los bancos; a veces con una libreta, a veces con su celular,  lo que no cambiaba era que siempre venía sola. Se sentaba en ese banco y escribía y escribía, o leía y leía, cualquiera de las dos, sin parar. Solo levantaba la vista cuando pasaban animalitos cerca de ella, los miraba sin decir nada, sonreía, y volvía a su lectura o escritura. Incontables veces presenciaron carreras de un lado a otro de la fuente, siempre de parte de Recordadores o de menores de 5 años. La vida diaria es mucho más emocionante que los días especiales, pues digamos, en una boda, siempre se sabe lo que va a pasar, con un pequeño cambio aquí o allá. Pero un día en el que una persona camina libremente por el Viejo, se tropieza con los jardines, y lo explora y descubre todo con inocencia y emoción, eso, eso no se compara con nada.          Justo en ese momento, La Gran Reina, La Vida, se apareció al lado del león. No importa cuantas veces la hayas visto, verla siempre es un espectáculo de colores. No le falta ni un solo color, brilla tanto, y siempre aparece de la nada cuando menos te lo esperas. Además, cada vez que aparece, luce diferente, unos días tiene un afro, otros una trenza larga, y otras el pelo tan rizo como el de la pequeña Natalita. Hoy tenía un moño alto, y el pelo le daba la vuelta por todo el cuerpo, como una cascada de colores. A la pequeña Natalita esos peinados la distraían mucho, a veces casi no llegaba a escuchar todo lo que decía, supongo que le pasa a muchos, teniendo tanto para ver de frente. Se paró al lado del león y les dijo: “Así es, lo más importante, siempre será lo que se tiene de frente, el presente, por eso las actividades muy planificadas no son tan divertidas, se preocupa uno tanto por los desenlaces y por lo que aún no ha llegado, que no disfruta lo que pasa.” Y así mismo como llegó, desapareció, tirándoles rayitos de luces de colores, que les cayeron sobre las naricitas y les hicieron cosquillas.         En eso, el pajarito se bajó del árbol, no se habían dado cuenta, pero llevaba un rato ahí, jugando con la lluvia y viéndolos hablar. Se montaron en sus pezuñas, y se despidieron del león, que en ese momento aspiró con su boca y recogió toda la lluvia y la depositó en las fuentes, despejándoles el cielo para que pudieran ver mejor el camino. Las tres estatuas se regresaron a sus lugares, así como si no hubiese pasado nada.         Una vez se montaron en la pezuña, el pajarito les contó que le había contado al león sobre las historias que contaban, y siendo un contador de historias, los quiso conocer, y le pidió al pajarito que los llevara allí. Como los leones tienen la fama que tienen, el pajarito prefirió no explicarles, para que no se cerraran a la oportunidad de conocer al león, solo por su miedo a los leones. Augusto le gritó al león mientras se alejaban en el camino de regreso al Balconcito de la Felicidad, que pronto volverían a donde él, para contarle unas cuantas historias, y para hacerlo parte de una.   4 de abril al 21 de mayo de 2020 Y a ti, ¿qué juicio te limita?  ¿Me cuentas?    Búscanos en las redes sociales,  en Facebook como Bitácora de Aventuras  https://www.facebook.com/bitacoradeaventuras/ ,  en Instagram como mini bitácora de aventuras  https://www.instagram.com/minibitacoradeaventuras/ ,  o pasa por   http://bitacoradeaventuras.com/cuentamelo-todo/     Si te gustan las historias que contamos, date la vuelta por itunes y regálanos tus 5 estrellitas, y si crees que a algún amigo le van a gustar, mándalo pa'cá. Nos veremos otro día que no va a ser hoy, a dormir.