8-1: Trump quedó finalmente desarmado. Insurrección en el Capitolio.

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Hablando Claro con Vilma Ibarra

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Una tragicomedia con muertos, detenidos, toque de queda y la movilización de contingentes policiales de los vecinos estados de Nueva York y Nueva Jersey, dado el denunciado abandono -en medio del caos- de la policía federal de Washington. Eso es lo obvio. En escenas que se repiten y repiten a lo largo y ancho del planeta. Llevada la democracia a sus límites, los sucesos en el Capitolio han dejado expuesta la cara más vergonzosa del declive que carcome la convivencia democrática en los Estados Unidos. Tan vergonzosa, que el expresidente George Bush calificó los hechos como los de una “república bananera”. Muy poco tacto diplomático -tal vez sí- pero explícito en extremo respecto del tamaño de la afrenta institucional que sonroja a contingentes de estadounidenses y particularmente de republicanos como el mismo Bush que son al mismo tiempo -quiéranlo o no- corresponsables por omisión, conveniencia o convicción, del desastre en curso. Ahora todos son lamentos y renuncias a la carrera. Pero las cosas no son tan pueriles como investigar el incumplimiento o la negligencia de las clarísimas falencias en la desprotección del Capitolio. El bochorno de las grotescas imágenes -incluyendo las del Presidente instigador observando el desastre provocado, no explican en nada adónde se hunden los antecedentes y cómo se explica el contexto de lo que hoy observa el mundo estupefacto. Sí, es cierto que Trump lleva años agitando el caldo de la polarización y el desencuentro, pero el fenómeno va más allá de él como causa y consecuencia del primitivismo tribal que muestra una parte de esa sociedad. “Todo salió mal” fue la lacónica conclusión de un manifestante. Así es. Todo está saliendo mal en la decadente democracia occidental más poderosa del planeta. El problema es con los sucesos de esta semana nada termina. Al menos el Presidente ha quedado finalmente desarmado. Cual víctima también del asalto al Capitolio, perdió sus ametralladoras más potentes. Y sin redes sociales, por ahora al menos, Donald no es nadie. Completamente aislado, convertida la Casa Blanca en su guarida. Al menos hasta el 20 de enero. O quien sabe. Tal vez antes. Es que de verdad, nadie sabe nada. Es una noticia en desarrollo. Nos conectamos con el politólogo Kevin Casas Zamora, un conocedor muy cercano de la política en los Estados Unidos y un especialista en asuntos neurálgicos de la democracia.