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Colgado del cuento de la muralla, ahora el narrador reflexona sobre la existencia o no de las leyes. Nadie se las sabe, aunque pacece ser que un puñado de aristócratas siempre afirman aprenderlas y conocerlas al dedillo. Otros afirman que, en reealidad, la nobleza es la ley. Que ellos las hacen y al mismo tiempo se eximen de las mismas. Podríamos eliminar la nobleza para eliminar las leyes. En ese caso, ¿quién querría vivir sin ley? Absurdo, Kafkiano, como siempre.