Quiero un país libre

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Artículos de Adriana Delgado Ruiz

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Todos los derechos inician con el más fundamental: la libertad. Ése es el que nos hace realmente humanos. La libertad de utilizar nuestro libre albedrío, que es lo que nos distingue de los demás seres vivos. Pensar y actuar a voluntad propia. Pero la libertad no significa anarquía, ni caos, ni egoísmo. De acuerdo con el doctor Ulrich Wacker, experimentado director en Jerusalén de la fundación liberal Friedrich Naumann, ese derecho termina donde inicia el del prójimo. Ésa es la primera de sus siete tesis. La libertad, dice, respeta las pertenencias, requiere de Estado de derecho, promueve la formación de las personas, hace posible una mejor sociedad, es la base del bienestar y une al mundo. En la estructura social en que vivimos, el acuerdo y el desacuerdo, el poder y la gobernanza, la búsqueda de una mejor calidad de vida, son parte de la libertad. Un punto de arranque es la economía. Si hay con qué, se puede ir, se puede hacer, se puede realizar, se puede ser libre. El presidente López Obrador identificó ése como uno de los grandes pendientes: hay que recuperar el crecimiento. ¿Somos un país de libertades? El domingo del primer año de gobierno hubo dos manifestaciones masivas, una para apoyar y otra para increpar a la administración federal. Con sus apasionamientos o sin ellos, cada persona podía estar en una, en otra o en ninguna. El distintivo de los meses recientes es la discusión pública. Si la política de redistribución de la riqueza es justicia o populismo, si dejar ir a un narcotraficante capturado fue una forma de evitar violencia y muertes o un signo de debilidad. ¿Por qué no pasaba eso en los sexenios anteriores? Pero partiendo de las tesis del doctor Wacker, ¿qué falta para que logremos un régimen pleno de libertades? Lo primero, queda claro, un estado de derecho. Poder andar en las calles sin peligro, tener a salvo a nuestras familias en casa, enviar a nuestros hijos a la escuela sin la presencia de drogas y otros peligros. Que los jóvenes puedan emprender un negocio sin extorsiones, corrupción, ni miedo a un Estado represor. Un país que les garantice libertad para generar riqueza lícita, oportunidades de educación y también de especialización. Apostar a la investigación científica y tecnológica para innovar. Que sea común estar de acuerdo o no, en un ambiente de tolerancia y respeto. Si la libertad hace posible una mejor sociedad y es la base del bienestar, el trabajo en equipo es lo indicado. Si la Presidencia de la República nos cuesta 75 por ciento menos este año como parte de la política de austeridad para que el gasto público se enfoque en la gente, los empresarios están haciendo también su parte comprometiendo inversiones importantes para la construcción de obras de infraestructura y reactivación de la economía. Debatir si los partidos políticos y el árbitro electoral nos cuestan excesivamente caros, es parte de una nueva forma de hacer las cosas. Los desacuerdos sobre un aeropuerto son discusiones naturales e incluso necesarias en una sociedad plural. Sabemos el qué y discutir el cómo o el dónde de muchos temas no era algo común. Es un cambio de tiempo. No dejemos escapar la oportunidad. POR ADRIANA DELGADO RUIZ