Sirenas: ¿ángeles o demonios?

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Si hace unas semanas contábamos leyendas sobre duendes, esos personajillos peculiares de los que se dice que viven en zonas pobladas de árboles, en esta ocasión nos referimos a unos seres marinos muy conocidos: las sirenas; en el Centro de Patrimonio Inmaterial Almeriense y Fronterizo disponemos de varias investigaciones sobre ellas, las cuales son también protagonistas de películas como Piratas del Caribe. Así como en La Sirenita, la famosa película de la factoría Disney, estos personajes marinos parecen tan adorables y ayudan a los humanos, lo cierto es que otras fuentes destacan la maldad de los mismos, pues en ellas queda bien reflejado que no dudan en hacer uso de sus armas de seducción para ganarse a sus presas y acabar con ellas posteriormente. Como señala Nieves Gómez López en Cantos de las Sirenas, ya son "tres mil años en que hombres y mujeres de buena parte del mundo se han sentido a un tiempo fascinados y temerosos de esas hermosísimas y sensuales mujeres acuáticas, a las que se cree capaces de atraer a los imprudentes que escuchen su canto hasta las alturas más elevadas del placer y hasta las simas más altas de la muerte". En El Libro de las sirenas, el filólogo José Manuel Pedrosa señala que, según varias fuentes literarias, proceden del infierno y también pueden tener forma de aves, sólo que estas, por un castigo que les impuso Hades, no pueden volar. En el Canto de Las Sirenas, de Pedrosa y Nieves Gómez, la directora del CPIAF, hallamos la leyenda más común sobre Sirenas, contada por un almeriense: Algunos pescadores del Mediterráneo contaban que, hace mucho tiempo, había sirenas en este mar. Ellas, con la música que tocaban, atraían a los marineros y, estos, aturdidos por el sonido, perdían el control del barco, hasta el punto de conseguir que se estrellase contra los arrecifes. Entonces, las sirenas devoraban a los imprudentes navegantes. Un hombre pasó cerca de esta isla un día. De pronto, empezó a escuchar el canto de las sirenas, en el momento en el que su barco se acercaba hacia el arrecife, pero la gran voz de un marinero contrarrestó las de las mujeres y, de esta manera, los pescadores se libraron de una tragedia. Desde entonces, cada vez que los marineros pasan cerca del lugar, se ponen tapones de cera para no verse atraídos por los encantos de dichos seres marinos. Por cierto, este dato puede proceder de La Odisea de Homero, ya que, además de atar a Ulises al palo mayor de su barco, los personajes evitan escuchar a las sirenas con tal artimaña. Como en otros puntos del Mediterráneo, también en Almería hay leyendas sobre sirenas. Ahora bien, ¿por qué se dice que hubo sirenas en Almería? Según nos cuentan varios informantes del CPIAF, en la provincia de Almería había focas monje. De hecho, en varios puntos de nuestro país podíamos hallarlas, pero en los años 50, a causa del desarrollo del turismo, fueron desapareciendo; esto ha dado lugar a relatos en los que se habla de cantos de sirenas, en vez de los inconfundibles y curiosos sonidos que emiten los simpáticos animales de los que hablamos, que, como hemos dicho, poco tienen que ver con estos personajes de fábula. Un lugareño de Cabo de gata contaba lo siguiente a Nieves Gómez, para el libro El Canto de Las Sirenas, del que hoy extraemos varios relatos: Antiguamente, iban a pescar al faro a remo, por no ir con motores o velas. Se desplazaban por la orilla de la playa, pues no se podían ir muy fuera por el viento, y cuando llegaban a la fabriquilla en barco veían que les tiraban piedras. Por esto, ellos decían: - Madre mía, si no hay nadie por aquí, ¿cómo es posible que estén tirando piedras? Por tal razón, se cree que había lobos marinos, parecidos a las focas monje, y se ve que, cuando estos subían al cerro, se desprendían piedras y caían en el barco; quizás por eso sea por lo que dicen que había sirenas. En la siguiente leyenda de este libro, Francisco Maldonado nos muestra una cara más amable, hasta cierto punto, de las sirenas: Un día, el viejo Juan bajó hasta la orilla para ver lo que había cogido en sus redes. Cuando la sacó, encontró una sirena dorada que le dijo:- Devuélveme al mar y cumpliré todos tus deseos.El viejo Juan se quedó pensativo y le dijo a la sirena:- Muy bien, te devuelvo al mar. En cuanto a los deseos, tengo que consultarlo con mi mujer.Volvió a su casa y le contó todo a su mujer, que le dijo:- Vuelve inmediatamente a la playa y pídele lujosos vestidos para mí, ya que sólo poseo esta vieja bata.Apenas volvió el pobre hombre con la ropa nueva para su mujer, cuando le mandó pedir a la sirena una carroza dorada. Juan obedeció y volvió con una magnífica carroza dorada. Pero no era suficiente para la mujere, y ahora quería un espléndido castillo a orillas del mar, con un inmenso parque y servidumbre, pero todavía no estaba satisfecha.Un día se le ocurrió una extraña idea: exigió a la sirena que viniera a servirla. Cuando oyó esto, la sirena se enfadó mucho y recuperó todos sus regalos. La mujer de Juan pasó el resto de su vida en su miserable cabaña, vestida con su bata y remendando las redes. Maldonado no es el único que conoce historias relacionadas con nuestras protagonistas de hoy, dado que, en los diversos relatos recogidos en Cabo de gata para estos trabajos del CPIAF, varios de los informantes se refieren a una mujer, con el cabello dorado, que engatusaba a los pescadores, pero también se habla de unos sonidos extraños que son escuchados por los navegantes en el arrecife que lleva el nombre de estos seres. Por si acaso, ve preparando una cuerda, átate al mástil de tu barco como buenamente puedas y que las sirenas te pillen confesado...