Nada quedó de abril - Manuel Vázquez Montalbán

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«Nada quedó de abril» Era distinto abril, entonces había alegría y rastro de mejillones en la escollera, canciones a la orilla del crepúsculo, pretendientes vanamente apostados en las esquinas tras las persianas verdes remendadas, tras los geranios alimentados con moñigos de percherones lentos, espiábamos la variación anormal de la chaqueta a cuadros Príncipe de Gales los pañuelos de rayón blancos como paloma en el pecho, zapatos de charol como bombillas negras, silbidos largos, insinuantes, cuchillos de gasa sobre la piel, si mamá se entera o vecinas al acecho de honras ajenas y más tarde los gitanos del Bar Moderno, tamboril de silla, canción de salmuera o la voz del musclaire arri Joan que l’arròs s’està covant felices tiempos de reyes asequibles, Alfonso XIII borbónico y flemático pasaba como pasan los reyes, con majestad, por el ensanche cuando íbamos a entregar los largos calzoncillos de felpa a Inogar Hermanos Confecciones grises atardeceres de máquina Sigma, Wertheim, Singer Singer, me inclino por la Singer cansa menos los riñoes, pero una tarde de abril entonces en el rompeolas, compensaba trescientos sesenta y cuatro días de viajes ensoñados, haciendo calados, dobladillos, festones es posible llegar hasta Suecia, John Gilbert y Greta Garbo se aman tiernamente, respetuosamente, imposiblemente la tabla de encarar puede ser una vasta llanura de amores gauchos y la curva para el vientre una ensenada donde arranquen veleros olorosos en betel y especias con marinos dispuestos a la muerte por Jean Harlow pero a veces pasaban multitudes bocingleras por la calle Visca Macià qu’és català, mori Cambó qu’és un cabró y papá habló con un marino de bigotes amarillos en un mercante sobre la hamaca la luna de Benicasim era la misma que la de Mazarrón, llegamos a un puerto entre rocas doradas, parientes, fotografías animadas, tardes por la Glorieta en sillones de mimbre, pay-pays de cartón blanco con anuncios de Linimento Sloan nada quedó del puerto, grúas retorcidas, patrulleros hundidos, serones cargados de alcaparras y girasoles, cascotes de bombas misteriosamente humanizadas, se oían caer después, ya de vuelta a la ciudad, como una noche impuesta que se impone gritando murieron pretendientes y nadie descendió a la calle al paso de los percherones los geranios se agostaron en cenizas amarillas luego volvieron otras tarde de abril, no aquellas muertas muertas ya para siempre los gitanos perdieron duende, no cantaban, tosían de noche bajo el relente, cuando cosíamos tristes arreglos de vestidos viejos para mutilados cuerpos de postguerra incivil inmutables, más allá de esta ventana, de esta persiana, de estas macetas vacías como planetas deshabitados, los palos grises para tender la ropa, azoteas de arenisca y ladrillos desportillados, negras chimenas rotas y amarillos jaramagos sobre tejados en erosión. -Manuel Vázquez Montalbán- De: «Una educación sentimental», 1967 Recogido en Memoria y deseo. Poesía completa – 1967-2003 Ed. Península, 2008© Voz: Manuel Alcaine Música: Tete Montoliu trio - Catalonian Fire