Poesias de Desamor

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Vidas y Poesia

Arts


Este episodio platicaremos de la etapa difícil del amor. La del desamor. La del dolor, la pérdida, la ausencia y el adiós. Hablaremos de algunos pasajes del libro “El amor, el sueño y la muerte” de Jaime Labastida y escucharemos poesías de Jaime Sabines: La Caida, No es que muera de amor, Entresuelo y espero curarme de ti. También recordaremos dos poesías de desamor de Pablo Neruda: el Poema XX y Una Canción Desesperada.   Despedida   Entre mi amor y yo han de levantarse trescientas noches como trescientas paredes y el mar será una magia entre nosotros. No habrá sino recuerdos. Oh tardes merecidas por la pena, noches esperanzadas de mirarte, campos de mi camino, firmamento que estoy viendo y perdiendo… Definitiva como un mármol entristecerá tu ausencia otras tardes.   Jorge Luis Borges       Esto es Vidas y Poesía. Un espacio para disfrutar, conocer, sentir y reflexionar a través del arte de la palabra y el pensamiento hechos poesía. Un espacio para traer al momento presente lo valioso del existir: sus alegrías, sus tristezas, sus miserias, sus aspiraciones y sus hazañas. En otras palabras un espacio donde no suceden cosas de mayor trascendencia que las rosas Bienvenido seas a este quinto programa del Podcast “Vidas y poesía” en este mes de cuarentena de Marzo-Abril del año 2020. Soy tu anfitrión Jans Fromow y te agradezco que hayas decidido acompañarnos estos minutos que siguen para disfrutar de la poesía. En el último programa iniciamos con el largo, interminable y abundante tema central para nuestra especie, y creo que para todo el universo del amor. Platicamos que de todas las formas que puede tomar el amor: Eros, Storgé, Philia y Agape nos íbamos a enfocar en Eros. Este amor que tiene puentes y transformaciones comunicantes con distintos niveles de su expresión. Como recordamos con Octavio Paz “ El fuego original y primordial, la sexualidad, levanta la llama roja del erotismo y esta a su vez sostiene y alza otra llama, azul y trémula: la del amor. Erotismo y amor: la llama doble de la vida” Y en las distintas etapas que vivimos del amor la de la búsqueda, la del amor pleno lo trajimos al momento presente con algunas poesías al respecto. Vimos el amor de deseo erótico de Salvador Diaz Mirón, y empezamos a ver distintos y grandes poemas de uno de mis preferidos Jaime Sabines. Ahora este programa lo vamos a dedicar a poesías que nos transmiten esa otra parte difícil del amor: La del desamor. La de la pérdida, la del abandono. Situaciones que dejan generalmente una herida que a veces su realidad y presencia perduran toda la vida manifestándose a través de nuestro inconsciente y modelando sin que tengamos conciencia de ello nuestra conducta y nuestras elecciones. En uno de los libros acerca de poesía y con poesía, mas bellos que hay en nuestra lengua es el del gran poeta Jaime Labastida llamado: El amor, el sueño y la muerte en la poesía mexicana. Se llama así porque reúne estos tres componentes reiterativos en lo que llamamos poesía mexicana. En nuestra historia, ¿cuando la poesía se vuelve o se considera mexicana? ?Cuando deja de ser de formas y motivos peninsulares y se puede hablar de una poesía nacional? Esto es un tema muy amplio que ha sido tocado y desarrollado por varios de las mas insignes poetas de nuestra lengua y no tiene una respuesta fácil y seguro será motivo de un programa dedicado a esto. Baste decir ahora que el amor, la muerte y el sueño son temas recurrentes en lo que ya consideramos nuestra poesía mexicana. Cito unos pensamientos de este libro de Labastida. “ El amor es histórico. Se construye y modifica por el desarrollo de los dos polos que lo integran. Es el fruto de una carencia radical, originaria. Los seres humanos no estamos completos. Necesitamos del Otro. El filósofo Empedocles narro un mito por el que nos hizo saber que en algún tiempo primitivo los humanos éramos seres integrales, aunque formados de manera caótica: el sexo estaba en cualquier parte, varones y hembras mezclados. Pero una potencia divina escindió a los humanos. Los cuerpos de los seres humanos, desde entonces separados, buscan unirse. Afrodita atrae lo que fue separado; así, la confusión, lo caótico, desaparece: el mundo humano se organiza por el amor. Pero esta carencia radical asume rasgos distintos. En el torbellino amoroso, nada permanece quieto, la imagen de la persona en la que buscamos realizarnos se altera y nos altera. Recibe nombres diversos: Julieta, Beatriz, Helena, Tania, Romeo, David o Paris. Detengámonos en este personaje. Alejandro Paris. Es hijo de Príamo y Hécuba, señores de Troya. Su madre embarazada, sueña que el hijo destruirá la ciudad con el fuego. Advertido del presagio, su padre, lo envía a las montañas para que sea pasto de las fieras. Pero el joven crece robusto, inteligente y bello. Su fama llega al Olimpo, en donde se celebran las bodas de Peleo y Tetis, padres de Aquiles. Zeus no invita a Eris (Discordia) que, abrasada por el rencor, llega al Olimpo; lleva en la mano una manzana de oro donde se lee -A la mas bella-. La arroja al suelo; la manzana queda a la misma distancia de tres diosas, Hera, Atenea y Afrodita, que la toman y disputan por ella. Acuden a Zeus para que emita sentencia; este evade la decisión (acoto yo-sabiamente-) y las envía con Paris. Las tres diosas buscan al joven en las montañas del Helicón y le piden su juicio: se despojan de sus ropas para que el joven las aprecie en todas su bella desnudez. Paris decide que Afrodita merece la manzana: la diosa le ha ofrecido otorgarle la mujer más bella de la Hélade. Las otras diosas montan en cólera. Así se decide el vínculo entre Paris y Helena… y también la suerte de Troya. Hay en el sueño de la madre, solo un presagio; tras el sueño, el desenlace inevitable, fatal, del que nadie pudo escapar. Afrodita apoyará a los troyanos; Hera y Atenea, en cambio, harán lo propio con los aqueos. ¿Que pone en relieve este mito? Muestra que la relación amorosa se produce por una fatalidad externa a los amantes, como si se impusiera a su voluntad. A diferencia de estos otros amores en cambio, el amor de Dante por Beatriz es de otra clase. Esta marcado por la doble presencia del espíritu y la carne, amor desgarrado donde Dante idealiza a esa mujer y que ha quedado con el nombre de Platónico. Hay otro tipo de amores desventurados en el que los amantes ponen encima de los convencionalismos sociales el puro derecho de amarse, el de Julieta y Romeo es signo de sociedad moderna y todos los ejemplos donde no importan las reglas y convencionalismos.” Fin  de la cita.   Pero a veces ese amor y esa búsqueda de la felicidad en la unión con el otro se topa con la negativa. Se topa con la no correspondencia, con la indiferencia, con el abandono, con el no. Y ese rechazo empieza a buscar, a tocar, a tratar de explicar el porque? la desesperación, el dolor y la caída. La experiencia es la de una caída a un abismo de locura y tristeza. De una caída a la melancolía, a la soledad. “La Caída” es un poema profundo, triste y que toca al corazón de Jaime Sabines.   LA CAIDA   Estoy como vacío. Quisiera hablar, hablar, pero no puedo no puedo ya conmigo. Una mujer que busco que no existe, que existe a todas horas, un antiguo cansancio, un diario despertar medio aburrido.   Quisiera hablar, decir: esto que es mío, que nunca tengo en mí, esto que asiste a la noche en mis ojos, mi corazón dormido, y la tristeza de no saber las cosas, ser padre de algún hijo sin padre, ser hijo de unos padres sin hijos. Esto que vive en mí, esto que muere duras muertes conmigo, el manantial de gracia, el agua de pecado que me deja tranquilo, Fuego de la purísima concepción, poesía, bochorno de mi amigo, sálvame de mí mismo. Yo soy la tierra ronca, el apretado yunque en el que cae tu martillo, me soporto, te espero, ayúdame a hablar limpio. Ayúdame a ser solo, y a ser sólo moneda que en bolsillos de pobres socorra el agua fresca, el pan bendito. Dueña de la esperanza, paloma del principio, recógeme los ojos, levántame del grito. Yo soy sólo la sombra que madura en un vientre desconocido.   Y estoy aquí, sí estoy, a pesar de mí mismo, alucinado y torpe, airado y sin memoria y sin olvido igual que si colgara de mis manos clavadas sobre un muro carcomido.   Mira el odiado llanto, mira este mudo llanto embrutecido, sacúdelo del árbol de mis ojos, arráncalo del pecho sacudido, no me dejes raíces de congoja abriéndome el oído, no quede en mí un amante, ni un luchador, ni un místico.   Señora de la luz, te mando, te suplico, óyeme hablar sin voz, oye lo que no he dicho, con este amor te amo, con éste te maldigo, tengo en la espalda rota, roto, un cuchillo.   Yo soy, no soy, no he sido más que un lugar vacío, un lugar al que llegan de repente mi cuerpo y tu delirio y una apagada voz que nos aprende como un castigo.   He aquí tu mar de ausencia, he aquí tu mar de siglos, mi sangre arrodillada sobre un madero hundido, y el brazo de angustia saliendo al aire tibio JAIME SABINES   Este poema de Sabines me encanta como siempre por su sencillez y por esa forma de transmitir la desesperación del desamor como en una caída sin fin y sin fondo. Llorando la ausencia y reconociendo incluso el dolor físico como cuando dice “ Tengo en la espalda rota, roto, un cuchillo” Es decir el desamor se convierte en una sensación física de dolor. En una sensación de desesperación que a veces da la impresión de matarnos, de morirnos, de morirnos de amor. ¿Pero a que nos referimos cuando decimos muero de amor? ¿De que morimos exactamente? Que nos dice Sabines?   No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma, de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti.   Muero de ti y de mi, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.   Morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.   Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto , interminable.   Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados, del uno al otro, diariamente, cayéndonos en múltiples estatuas, en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.   Nos morimos, amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de máscaras, de triángulos oscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte, amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, inconsolable, a gritos, dentro de mi, quiero decir, te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan. Nos morimos, amor, y nada hacemos sino morirnos más, hora tras hora, y escribirnos y hablarnos y morirnos. JAIME SABINES   Pero a veces ese desamor no esta en desesperación o en caida sin fin, sino en una tristeza melancólica, serena, que a veces es más profunda y se da más en silencio. Una tristeza qué se llena de recuerdos, de añoranzas, de ausencias, de espacios. Que vuelve a traer en la memoria nuestro amor y la sensación de la pérdida en una vivencia actual, para después regresar a la realidad dura de la ausencia y del desamor. Como en este poema también de Sabines: Entresuelo   ENTRESUELO Un ropero, un espejo, una silla, ninguna estrella, mi cuarto, una ventana, la noche como siempre, y yo sin hambre, con un chicle y un sueño, una esperanza. Hay muchos hombres fuera, en todas partes, y más allá la niebla, la mañana. Hay árboles helados, tierra seca, peces fijos idénticos al agua, nidos durmiendo bajo tibias palomas.   Aquí, no hay mujer. Me falta. Mi corazón desde hace días quiere hincarse bajo alguna caricia, una palabra. Es áspera la noche. Contra muros, la sombra lenta como los muertos, se arrastra. Esa mujer y yo estuvimos pegados con agua. Su piel sobre mis huesos y mis ojos dentro de su mirada. Nos hemos muerto muchas veces al pie del alba. Recuerdo que recuerdo su nombre, sus labios, su transparente falda. Tiene los pechos dulces, y de un lugar a otro de su cuerpo hay una gran distancia: de pezón a pezón cien labios y una hora, de pupila a pupila un corazón, dos lágrimas. Yo la quiero hasta el fondo de todos los abismos, hasta el último vuelo de la última ala, cuando la carne toda no sea carne, ni el alma sea alma. Es preciso querer. Yo ya lo sé. La quiero. ¡Es tan dura, tan tibia, tan clara! Esta noche me falta. Sube un violín desde la calle hasta mi cama. Ayer miré dos niños que ante un escaparate de maniquíes desnudos se peinaban. El silbato del tren me preocupó tres años, hoy sé que es una máquina. Ningún adiós mejor que el de todos los días a cada cosa, en cada instante, alta la sangre iluminada.   Desamparada sangre, noche blanda, tabaco del insomnio, triste cama.   Yo me voy a otra parte. Y me llevo mi mano, que tanto escribe y habla. JAIME SABINES     Hay tantos poemas de desamor probablemente como tantos poetas han existido, así que la selección pues es difícil y solo se basa en las preferencias personales. Para terminar el día de hoy con Jaime Sabines. Tiene un poema igual cotidiano de que hacer cuando ya terminamos un amor. De como conjurar la separación, de como transmutar y con que artilugios lidiar con el dolor. De como curarnos de este amor.   Espero Curarme de Ti      Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad. ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada. Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»). Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.   JAIME SABINES       Entonces hemos visto como el desamor transita de la muerte, la tristeza tranquila, la desesperación, la pena. Y a veces todo esto se profundiza y transforma el espíritu en abandono, en ansiedad, en dolor, en ruptura. Uno de los poetas mas grandes de nuestro continente es sin duda Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto mejor conocido como Pablo Neruda. El gran poeta chileno nacido en 1904 y fallecido en Santiago el 23 de septiembre de 1973. Premio Nobel de Literatura en 1971 y de quién otro Premio Nobel el escritor Gabriel García Marquez se refiero de el como “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma” y el crítico literario Harold Bloom señaló: «ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él», y quien lo considera uno de los veintiséis autores centrales del canon de la literatura occidental de todos los tiempos. Neruda es un poeta también íntimo profundo y con un repertorio extenso y mucho dedicado al amor. En cuanto al desamor, hay dos poemas que para terminar quiero compartir con ustedes. El primero uno que seguro ya han escuchado o leído muchas veces y que tiene versos verdaderamente luminosos, ciertos que nos hacen comulgar con Neruda. Este es el Poema XX   Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: “La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.” El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oir la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el ultimo dolor que ella me causa, y estos sean los últimos versos que yo le escribo. El segundo poema y último de este programa es un poema de Neruda que para mi es el poema mas gris y tormentoso, de abandono, de soledad, de despedida que jamás he leído. Que me transmite y me recuerda esa sensación de ahogo, de desesperanza, de desesperación y de pérdida como ningún otro. Esta es “Una Canción Desesperada”   Emerge tu recuerdo de la noche en que estoy. El río anuda al mar su lamento obstinado.   Abandonado como los muelles en el alba. Es la hora de partir, oh abandonado!   Sobre mi corazón llueven frías corolas. Oh sentina de escombros, feroz cueva de náufragos!   En ti se acumularon las guerras y los vuelos. De ti alzaron las alas los pájaros del canto.   Todo te lo tragaste, como la lejanía. Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!   Era la alegre hora del asalto y el beso. La hora del estupor que ardía como un faro.   Ansiedad de piloto, furia de buzo ciego, turbia embriaguez de amor, todo en ti fue naufragio!   En la infancia de niebla mi alma alada y herida. Descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!   Te ceñiste al dolor, te agarraste al deseo. Te tumbó la tristeza, todo en ti fue naufragio!   Hice retroceder la muralla de sombra, anduve más allá del deseo y del acto.   Oh carne, carne mía, mujer que amé y perdí, a ti en esta hora húmeda, evoco y hago canto.   Como un vaso albergaste la infinita ternura, y el infinito olvido te trizó como a un vaso.   Era la negra, negra soledad de las islas, y allí, mujer de amor, me acogieron tus brazos.   Era la sed y el hambre, y tú fuiste la fruta. Era el duelo y las ruinas, y tú fuiste el milagro.   Ah mujer, no sé cómo pudiste contenerme en la tierra de tu alma, y en la cruz de tus brazos!   Mi deseo de ti fue el más terrible y corto, el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.   Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas, aún los racimos arden picoteados de pájaros.   Oh la boca mordida, oh los besados miembros, oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.   Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo en que nos anudamos y nos desesperamos.   Y la ternura, leve como el agua y la harina. Y la palabra apenas comenzada en los labios.   Ese fue mi destino y en él viajó mi anhelo, y en él cayó mi anhelo, todo en ti fue naufragio!   Oh, sentina de escombros, en ti todo caía, qué dolor no exprimiste, qué olas no te ahogaron!   De tumbo en tumbo aún llameaste y cantaste. De pie como un marino en la proa de un barco.   Aún floreciste en cantos, aún rompiste en corrientes. Oh sentina de escombros, pozo abierto y amargo.   Pálido buzo ciego, desventurado hondero, descubridor perdido, todo en ti fue naufragio!   Es la hora de partir, la dura y fría hora que la noche sujeta a todo horario.   El cinturón ruidoso del mar ciñe la costa. Surgen frías estrellas, emigran negros pájaros.   Abandonado como los muelles en el alba. Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.   Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.   Es la hora de partir. Oh abandonado!   El desamor es el precio de la obligada búsqueda y del juego de buscar la conexión trascendental y significativa con alguien con la o el cual queremos llenar o compartir nuestra llama doble: nuestra sexualidad y nuestro erotismo que dan pie e impulsan a esa llama mas sutil y grande que es el amor. Para hallarlo en este juego de ensayo y error donde nuestros miedos, nuestra historia y nuestro aprendizaje participan; tenemos que aceptar y ojalá aprender de estos momentos tristes, melancólicos de pérdida que son parte de la hermosa vida. Muchas gracias por haber llegado hasta aquí conmigo en el interminable tema que seguramente en el futuro volveremos a tocar ya que el amor es lo que mas cuenta en la vida y lo que mas vale en el mundo. Hasta la próxima.